El Sistema Educativo o Sistema de Enseñanza puede ser considerado un subsistema social, integrado, junto con otros subsistemas (familiar, ocio/consumo, de trabajo o vida activa) en el amplio sistema social, sometido a sus reglas de juego y exigencias y a la vez prestando un amplio e importante servicio a sus ciudadanos. En él se establece un proceso de "producción de reproducción social". La función que realiza el Sistema Educativo en este proceso de producción de la reproducción social, función que protagoniza y por la que puede ser definido, consiste en retransmitir e interiorizar de forma eficaz y operativa en las nuevas generaciones, que de esta forma quedan integradas socialmente, la cultura "viva", es decir, el conjunto de conocimientos y valores cuya asimilación da como resultado unas actitudes y comportamientos en esas nuevas generaciones, para que estas mediante su integración social, reproduzcan, repongan y aún mejoren el sistema social y su orden.
"LA DOBLE RESPONSABILIDAD DEL EDUCADOR CRISTIANO" (Humberto M. Rasi).
"La profesión de maestro o profesor sigue siendo una de las responsabilidades más prestigiosas y respetadas en nuestra sociedad. El privilegio de cooperar con los padres en la formación intelectual y moral de los niños y los jóvenes, participando en el desarrollo de sus talentos y preparándolos para ser ciudadanos útiles, es una labor honorable. Todos nos hemos beneficiado al estudiar bajo la tutela de algunos educadores cuyo ejemplo y estímulo nos han inspirado a alcanzar blancos altos en la vida. La Biblia enseña que, además de la vocación de enseñar, la capacidad especial de contribuir a la formación religiosa de la juventud constituye un don del Espiritu Santo (Rom. 12:6,7; 1 Cor. 12:28; Efesios 4:11). Esto significa que los maestros y profesores cristianos cumplimos una misión sagrada al animar a nuestros estudiantes a conocer a Dios, a madurar espiritualmente y a alcanzar la salvación mediante la fe en Jesucristo. Nunca debemos olvidarlo. Sin embargo la Biblia también incluye una seria advertencia que nos obliga al autoanálisis: "Hermanos mios, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben,seremos juzgados con más severidad". (Santiago 3:1; Mat. 23:13).
El efecto de nuestro ejemplo. Desde el momento en que los niños comienzan sus estudios formales, pasan mas tiempo en contacto con nosotros que con sus padres. Esto les da la oportunidad de observarnos cada dia en el aula, en el laboratorio, en el campo de deportes o en el taller de trabajo. Además de asimilar el contenido de las materias que enseñamos, nos estudian a nosotros: nuestra vestimenta y aseo personal, nuestros hábitos y gestos, la masnera en que nos relaccionamos con ellos y con otras personas, y las decisiones que tomamos. Sin darse cuenta, muchos de ellos comienzan a imitarnos.
Cuando nosotros mismos respondemos a la vocación docente,empezamos a a plicar los métodos y hasta a emular la manera de pensar de nuestros mejores profesores. Por eso, al evocar su propia experiencia educativa, el historiador y filósofo estadounidense Henry Adams(1838 -1918) afirmó: "El impacto de un maestro perdura por la eternidad; nunca sabrá hasto donde llegará su influencia". ¿Cuán digno de imitarse es el ejemplo que presentamos tú y yo ante nuestros estudiantes?.
El impacto de nuestras palabras. En el siguiente versículo, santiago profundiza en el tema: "Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz de controlar tambien todo su cuerpo". (Santiago 3:2) con admirable humildad, el autor de esta epistola reconoce que la perfección esta más allá de la innata capacidad humana, solo Jesús vivió una vida intachable. La falla más común que cometemos los educadorescristianos está en las palabras que empleamos en presencia de nuestros alumnos o dirigidas a ellos. A veces no decimos la verdad.Otras veces repetimos un rumor o criticamos con dureza a un colega o supervisor. Sin embargo, nuestro error más serio es la manera en que a veces tratamos a los estudiantes cuando cometen algun error, no alcanzan el nivel que esperams o sentimos que nos faltan al respeto. Algunos nunca olvidan las palabras de burla o de condenación que escucharon de labios de alguno de sus maestros o profesores. Cuando fallamos, ¿Somos capaces de pedir perdón, en público o en privado según sea el caso, y de rogar a Dios que nos conceda el dominio propio y la paciencia que necesitamos?. Los estudiantes tampoco olvidan las palabras de consejo, aprecio o estímulo que los motivaron a vencer obstáculos,volver al buen camino y avanzar hacia el ideal que se han propuesto para la vida.
Elena de White nos anima a superarnos: Los educadores cristianos "deben ser refinados en modales, aseados en su indumentaria, cuidadosos en todos sus hábitos; y deben de tener aquella verdadera cortesía cristiana que gana la confianza y el respeto. El mismo maestro debiera ser lo que desea que lleguen a ser sus alumnos".(Consejos para los maestros, p. 64)